No es No

Hay gente que tiene lo que yo llamo el “Sí flojo”. Son quienes dicen que sí a casi todo y no a casi nada, con lo cual terminan haciendo cosas que no desean hacer y permitiendo cosas que no deberían permitir.
Un No, marca un límite, una barrera que no se puede franquear.
No, es apenas una sílaba, pero sus poderes son mágicos: puede suscitar temor, rabia o frustración, pero también deseo, como cuando le dices a tu hija adolescente que ese chico no le conviene, o cuando la nutricionista te lee la lista de alimentos prohibidos y empiezas a salivar cual perro de Pavlov.
Ahora bien, los No son difíciles de administrar. Hay que aprender a decirlos en el momento justo, a las personas indicadas y de manera eficiente y, para eso, hay que tener claros los límites propios y los de los demás.
Y los límites son medidas de autocuidado y de cuidado a tus seres queridos. Muchos tienen miedo a negarse porque creen que el otro los dejará de querer o los considerará agresivos, pero eso es lo mismo que confundir límites con disciplina o autoridad con autoritarismo.
Para salir de una relación de pareja abusiva, en algún momento tienes que pronunciar un No definitivo. Lo mismo vale para educar a tus hijos, para lidiar con alguien metiche o para salir de una adicción.
Entonces, es cierto que el No te enfrenta a un final y a una pérdida. Es como el “no va más” de la ruleta. Sin embargo, a veces, es necesario perder para ganar.